Ya no puedo alzar
el hacha
como en esos
eneros glamurosos
ni siquiera a la
pala me le animo
y mis manos sus
durezas han perdido.
El latido de los
años ya se siente
y comienzan a
sangrar sobre la espalda
que ha llevado el
rojo de otros soles
de otros días de
antaño y sus albores.
Ya no puedo,
aunque quisiera, el golpe rudo
al desmonte
necesario o a la leña
y sólo llego al
solaz contemplativo
de tersura de
pétalos de flores,
el discurrir del
arroyo o ese vuelo
de bandurrias o de
bellos calafates.
Discurre mi vida
como el agua
amada y cristalina
del arroyo
renovada cada vez
con igual vida
sin el peso de los
tiempos en los hombros.
Por eso, a la
sombra azul del eucaliptus
engalanado en
flores que le presta
la lujuria roja de
crespones
y en los frescos
aires mañaneros
que besan como
labios de mi amada,
viviré la gloria
de mis años
como aquellos
eneros que han pasado.
Publicado en mi libro "De letras nacidas entre poetas". 2013
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