No se despierta el río ni con el murmullo de la
acequia,
y dormita su sueño ajeno a la lluvia inminente
en sus nacientes
y al viento de la noche que ya muere en la calma
del alba
que clarea con ese resplandor de salinas
lejanas.
No hay infinitos en su ser y discurre aún
dormido
hacia la quietud del lago gris que también
duerme
el mismo sueño de la misma noche que agoniza.
Yo, despierto, intruso en su sueño de aguas
claras
salgo de
la noche inmerso en recuerdos sombríos.
Demasiado abismo se sentía entre pasado y presente,
aire vacío y sin luz, por eso ni sombra había en ellos
en el duro cáliz a beber o en las calcinadas cruces sin fin.
Espero entonces el despertar del río y la luz que llega
pues nada terrenal es infinito, nada eterno, y el sol ya despunta.
Publicado en mi libro "De letras nacidas entre poetas". 2013
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