Alta la torre de la araucaria
y el vertical azul del cedro la tocaba
con sus brazos curvos.
Al fondo el sembrador de bronce y luz
iluminaba el cañaveral en noche oscura.
El murmullo de la acequia mansa
abstraía mi niñez lejana,
y daba riego a la quinta rebosante
subyugada por la presencia de ese caqui
preñado de frutos rojos, entre los surcos de agua.
Un aljibe, rodeado de añosos paraísos
y enmarcados por un seto de ligustros siempre verdes
era sólo un adorno seco con hiedras a sus pies.
Una línea recta dividía al patio de tierra del jardín
y más atrás la pérgola de alambre
era como un túnel invitando a cruzarlo.
En él culmina mi recuerdo amado del jardín,
que fue parte de mi vida
y de mi ser… recuerdo trascendente.
Publicado en mi libro "De letras nacidas entre poetas". 2013
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