verbenas

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martes, 18 de noviembre de 2014

EL CAÑAVERAL


  El cañaveral, denso y de un glauco luminoso, era mi re-
fugio en esa niñez remota. Umbrío y secreto espacio de
fresco verdor al borde de la acequia ancha. En su inte-
rior, corazón latiente, un círculo abierto entre las ca-
ñas con singular esfuerzo, era el amparo necesario pa-
ra la privacidad escondida y el descanso aventurero.
  Mi intrepidez permitía el ingreso, casi inaccesible, col-
gando sobre el agua, transparente y rápida, que se per-
día rauda engullida por la calle vecina para seguir bajo
tierra su cauce ignoto.
  La sonoridad, agua y aves en sintonía, era parte de ese
rincón recóndito y oculto por la complicidad verdísima
de las hojas del cañaveral.
  En derredor… la nada: una quinta, un colegio vacío, to-
da la casa y el pueblo que indiferentes seguían sus ru-
tinas, impasibles e ignorantes de mi dicha enaltecida
en la simplicidad de cañas, aguas y mojarras.
  Inmenso recuerdo en mi retina de juegos aferrados al

cañaveral y a la acequia sin olvidos.


Publicado en mi libro "De letras nacidas entre poetas. 2013 

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